He vuelto! Perdón por el retraso, pero ya se sabe: noche loca, prisa poca.
2º día de SOS 2010:
Abro los ojos. Entra una incesante luz por la ventana que ayer no cerramos por pura vaguería mientras pensábamos "Que lo haga otro". Miro a Dani y está frito, Rixi no para de moverse en la litera de arriba y las maderas no paran de crujir, no sé que estará soñando. Jose duerme al borde de la cama a punto de caerse y Pau yace inmóvil a la otra parte.
Pienso qué hacer. Me duele todo el cuerpo: desde el cuello hasta el tobillo. Miro el colchón de arriba mientras intento reconstruir la noche anterior: ¿vimos a Delorean? ¿Sobrevivió el cartel? ¿Y mis gafas de sol? ¿Fuimos tan brutos de acabar con todo el Ocumare?
Tras darme cuenta de la dificultad que conllevaba la reconstrucción, decido dejarlo para luego e intento volver a dormirme con todas mis fuerzas. El ruido que no para de hacer Rixi al moverse y mi cuerpo dolorido me impiden encontrar una postura confortable.
Todos siguen durmiendo. Me levanto y busco el agua entre calcetines sudados, maletas y cholecks vacíos. En ese momento desarrollo la capacidad de beberme 2 litros de líquido en medio segundo. Miro el panorama: qué tranquilo está todo, qué monos están durmiendo, qué puto desorden, qué bien no tener resaca.
Vuelvo a la cama, no sé con que objetivo, sé que no voy a volver a dormirme. Miro la hora, son las 10 y pico de la mañana, he dormido tan sólo unas 4 horas.
Me siento en la litera, miro mis cosas, miro al resto - que siguen igual- y decido pegarme una ducha: ojalá hoy haya agua caliente.
Cojo mis trastos y me deslizo silenciosa por el pequeño pasillo entre camas. Veo a Pau durmiendo como una señora: guapa, con antifaz de lentejuelas y con las manos sobre el estómago. No me aguanto la risa y me meto en el gigantesco baño con esvásticas en la cortina.
Me pego una ducha -con agua helada, no tuve suerte- lo más breve posible mientras noto como mis músculos se contraen más aún.
Salgo totalmente aseada y despierta. Me siento en una esquina de la habitación para secarme el pelo con la toalla y oigo una voz de ultratumba procedente de la litera de arriba que me suplica que le pase el agua. Gracias a esta pequeña conversación consigo que el resto se despierte.
Con todos espabilados, desayunamos en la cama, contándonos anécdotas, recordando la noche y yo preguntando por mis gafas de sol.
Cada uno se ducha mientras el resto intentamos jugar con Pepe y Elo -los perros del albergue- que nos ignoraban por completo. Quremos bañarnos en la piscina del lugar y nos equipamos con nuestros bañadores, pero cuando nos disponemos a ello, una "chica" - no entraré en detalles- nos dice que "la piscina es como que más privada". Indignados, nos resignamos a quedarnos al sol de la terraza y juramos venganza.
Se hace la hora de comer y tomamos la consensuada decisión de ir al Luky, el bar de al lado. Tras sorprender al camarero con nuestras raras peticiones de longaniza con patatas y bacon con patatas, nos sentamos a esperar. Sin esperarlo,nos cae encima un chaparrón de verano y tenemos que meternos en el comedor. Por fin nos traen nuestra preciada comida: bocatas de longaniza con tomate y panceta con queso y patatas.
Nos echamos una breve siesta y se hace la hora de ir al recinto. Hoy toca Madness, Chris Cunningham, Nada Surf, Mistery Jets...
Equipamos el coche y salimos a encontrarnos con nuestro destino. El mismo tráfico, el mismo ambiente festero por la calle. Aoki anima nuestras ganas de fiesta mientras estamos parados en los interminables semáforos murcianos:
Conseguimos ¡por fin! encontrar aparcamiento al lado de un grupo de amigas nuestras. Gracias a la genialidad de Astrid y por unas cosas y otras que no vienen al caso, tuvimos que guardarles el sitio para la furgo durante unas 2 horas, por lo que nos perdimos a Nada Surf y Mistery Jets para jodienda nuestra.
Llegamos justitos para ver el final de The Magic Numbres y situarnos en lugar estratégico para ver a Madness. La espera se hizo interminable, suena a frase típica pero no, realmente fue larguísima, quería morir.
Realmente no sé cómo empezó el concierto, sólo sé que derrepente me vi envuelta en un pogo masivo que me pisaba, me empujaba y me gritaba al oído mientras lo único que hacía yo era reirme, dejarme llevar y luchar por sobrevivir. La verdad es que, para tener sus años, estos tipos siguen moviendo a la gente. Da gusto ver un grupo que realmente suena bien en concierto, unos cantantes que bailan - o algo así- y unos músicos que la lían subiéndose a escaleras imposibles. Un espectáculo.
Decidimos sacrificar Orbital en favor del último cubata. Nadie controla la hora, nos dan las tantas. Atravesamos corriendo el parking, queremos llegar cuanto antes a recinto y no nos importa morir en el intento. Llegamos a mitad del espectáculo audiovisual de Chris Cunningham. Conseguimos un sitio aceptable entre el público, que no era muy masivo. No puedo dejar de mirar las pantallas, las imágenes y el sonido me tienen atrapda. El suelo retumba y el pecho me va a explotar. Las imágenes hacen que se me revuelva el estómago, pero da igual, sigo mirando, merece la pena. Me veo sola entre el público, giro la vista y encuentro a Rixi rodeado de gente moviendo la cabeza a su manera: una mezcla de combulsiones y delirios.Tardo 10 minutos en dejar de reirme.
Cunningham se guada lo mejor para el final: Rubber Johnny. Breve, intenso, peculiar, excelente, estrambótico, original.
Al acabar alguien comentó ir a McDonals. Secundo la idea: necesito azúcar y miles de calorías para seguir viviendo. Después de tragarme una cola considerable, el dependiente -gemelo perdido del cantante de The Darkness- me da la mala noticia de que no quedan helados. Al borde del llanto, me risigno y pido 4 hamburguesas. Ya en el coche, engullo (literalmente) 2 de ellas mientras descanso sobre el asfalto.
Mientras me comunican que queda poco tiempo para Fatboy Slim, noto como mi tripa empieza a dar vueltas y mi cuerpo a no tener energía.
Jose y Rixi están impacientes, al igual que los demás. Dani está totalmente agotado así que decido quedarme, sólo un rato, para descansar y luego ir y encontrarme allí con ellos. Mientras me meto en el coche veo como mis amigos se alejan, que imagen tan preciosa.
Me tumbo en el asiento del copiloto pensando: Voy a cerrar los ojos sólo 5 minutos, me despierto, despierto a Dani y vamos. Sólo 5 minutos. Sólo 5 min...
Me despierta el sonido de los barrenderos y el golpe del agua de la manguera sobre las ruedas. Está ameneciendo, el parking está vacío y oigo a Fatboy Slim de fondo. Estoy helada y enfadada conmigo misma, pero sin fuerzas para acabar de despertarme y correr al recinto. Vuelvo a entornar los ojos. Es imposible volver a dormirme, soy consciente de mi realidad: me estoy perdiendo a Fatboy. Al rato, la pandilla vuelve con cara de cansancio pero emocionadísimos. Empiezan a contarnos anécdotas todos a la vez, a reñirnos por caer tan pronto y a repetirnos que "Fatboy Slim es la hostia".
No tardan en montar en el coche y sin decir nada, ponemos rumbo a casa. Y ya no me acuerdo de más.
He pagado por el SOS unos 40€ y unas gafas de sol -que no aparecieron, claro-, pero he ganado historias, risas, diversión, música, he aprendido a leer un mapa, he oído a Rixi roncar, he visto la maletaza de ropa gay de Jose, he sido la gran DJ del coche, he visto a Pau dormir con la boca abierta y un largo etcétera que me guardo para mí.
Y esta es mi/nuestra historia que resume todas nuetras vivencias en Muercia. Pero os digo una cosa: es mejor vivirlo que leerlo. Nos vemos en el SOS 2011.
2º día de SOS 2010:
Abro los ojos. Entra una incesante luz por la ventana que ayer no cerramos por pura vaguería mientras pensábamos "Que lo haga otro". Miro a Dani y está frito, Rixi no para de moverse en la litera de arriba y las maderas no paran de crujir, no sé que estará soñando. Jose duerme al borde de la cama a punto de caerse y Pau yace inmóvil a la otra parte.
Pienso qué hacer. Me duele todo el cuerpo: desde el cuello hasta el tobillo. Miro el colchón de arriba mientras intento reconstruir la noche anterior: ¿vimos a Delorean? ¿Sobrevivió el cartel? ¿Y mis gafas de sol? ¿Fuimos tan brutos de acabar con todo el Ocumare?
Tras darme cuenta de la dificultad que conllevaba la reconstrucción, decido dejarlo para luego e intento volver a dormirme con todas mis fuerzas. El ruido que no para de hacer Rixi al moverse y mi cuerpo dolorido me impiden encontrar una postura confortable.
Todos siguen durmiendo. Me levanto y busco el agua entre calcetines sudados, maletas y cholecks vacíos. En ese momento desarrollo la capacidad de beberme 2 litros de líquido en medio segundo. Miro el panorama: qué tranquilo está todo, qué monos están durmiendo, qué puto desorden, qué bien no tener resaca.
Vuelvo a la cama, no sé con que objetivo, sé que no voy a volver a dormirme. Miro la hora, son las 10 y pico de la mañana, he dormido tan sólo unas 4 horas.
Me siento en la litera, miro mis cosas, miro al resto - que siguen igual- y decido pegarme una ducha: ojalá hoy haya agua caliente.
Cojo mis trastos y me deslizo silenciosa por el pequeño pasillo entre camas. Veo a Pau durmiendo como una señora: guapa, con antifaz de lentejuelas y con las manos sobre el estómago. No me aguanto la risa y me meto en el gigantesco baño con esvásticas en la cortina.
Me pego una ducha -con agua helada, no tuve suerte- lo más breve posible mientras noto como mis músculos se contraen más aún.
Salgo totalmente aseada y despierta. Me siento en una esquina de la habitación para secarme el pelo con la toalla y oigo una voz de ultratumba procedente de la litera de arriba que me suplica que le pase el agua. Gracias a esta pequeña conversación consigo que el resto se despierte.
Con todos espabilados, desayunamos en la cama, contándonos anécdotas, recordando la noche y yo preguntando por mis gafas de sol.
Cada uno se ducha mientras el resto intentamos jugar con Pepe y Elo -los perros del albergue- que nos ignoraban por completo. Quremos bañarnos en la piscina del lugar y nos equipamos con nuestros bañadores, pero cuando nos disponemos a ello, una "chica" - no entraré en detalles- nos dice que "la piscina es como que más privada". Indignados, nos resignamos a quedarnos al sol de la terraza y juramos venganza.
Se hace la hora de comer y tomamos la consensuada decisión de ir al Luky, el bar de al lado. Tras sorprender al camarero con nuestras raras peticiones de longaniza con patatas y bacon con patatas, nos sentamos a esperar. Sin esperarlo,nos cae encima un chaparrón de verano y tenemos que meternos en el comedor. Por fin nos traen nuestra preciada comida: bocatas de longaniza con tomate y panceta con queso y patatas.
Nos echamos una breve siesta y se hace la hora de ir al recinto. Hoy toca Madness, Chris Cunningham, Nada Surf, Mistery Jets...
Equipamos el coche y salimos a encontrarnos con nuestro destino. El mismo tráfico, el mismo ambiente festero por la calle. Aoki anima nuestras ganas de fiesta mientras estamos parados en los interminables semáforos murcianos:
Conseguimos ¡por fin! encontrar aparcamiento al lado de un grupo de amigas nuestras. Gracias a la genialidad de Astrid y por unas cosas y otras que no vienen al caso, tuvimos que guardarles el sitio para la furgo durante unas 2 horas, por lo que nos perdimos a Nada Surf y Mistery Jets para jodienda nuestra.
Llegamos justitos para ver el final de The Magic Numbres y situarnos en lugar estratégico para ver a Madness. La espera se hizo interminable, suena a frase típica pero no, realmente fue larguísima, quería morir.
Realmente no sé cómo empezó el concierto, sólo sé que derrepente me vi envuelta en un pogo masivo que me pisaba, me empujaba y me gritaba al oído mientras lo único que hacía yo era reirme, dejarme llevar y luchar por sobrevivir. La verdad es que, para tener sus años, estos tipos siguen moviendo a la gente. Da gusto ver un grupo que realmente suena bien en concierto, unos cantantes que bailan - o algo así- y unos músicos que la lían subiéndose a escaleras imposibles. Un espectáculo.
Decidimos sacrificar Orbital en favor del último cubata. Nadie controla la hora, nos dan las tantas. Atravesamos corriendo el parking, queremos llegar cuanto antes a recinto y no nos importa morir en el intento. Llegamos a mitad del espectáculo audiovisual de Chris Cunningham. Conseguimos un sitio aceptable entre el público, que no era muy masivo. No puedo dejar de mirar las pantallas, las imágenes y el sonido me tienen atrapda. El suelo retumba y el pecho me va a explotar. Las imágenes hacen que se me revuelva el estómago, pero da igual, sigo mirando, merece la pena. Me veo sola entre el público, giro la vista y encuentro a Rixi rodeado de gente moviendo la cabeza a su manera: una mezcla de combulsiones y delirios.Tardo 10 minutos en dejar de reirme.
Cunningham se guada lo mejor para el final: Rubber Johnny. Breve, intenso, peculiar, excelente, estrambótico, original.
Al acabar alguien comentó ir a McDonals. Secundo la idea: necesito azúcar y miles de calorías para seguir viviendo. Después de tragarme una cola considerable, el dependiente -gemelo perdido del cantante de The Darkness- me da la mala noticia de que no quedan helados. Al borde del llanto, me risigno y pido 4 hamburguesas. Ya en el coche, engullo (literalmente) 2 de ellas mientras descanso sobre el asfalto.
Mientras me comunican que queda poco tiempo para Fatboy Slim, noto como mi tripa empieza a dar vueltas y mi cuerpo a no tener energía.
Jose y Rixi están impacientes, al igual que los demás. Dani está totalmente agotado así que decido quedarme, sólo un rato, para descansar y luego ir y encontrarme allí con ellos. Mientras me meto en el coche veo como mis amigos se alejan, que imagen tan preciosa.
Me tumbo en el asiento del copiloto pensando: Voy a cerrar los ojos sólo 5 minutos, me despierto, despierto a Dani y vamos. Sólo 5 minutos. Sólo 5 min...
Me despierta el sonido de los barrenderos y el golpe del agua de la manguera sobre las ruedas. Está ameneciendo, el parking está vacío y oigo a Fatboy Slim de fondo. Estoy helada y enfadada conmigo misma, pero sin fuerzas para acabar de despertarme y correr al recinto. Vuelvo a entornar los ojos. Es imposible volver a dormirme, soy consciente de mi realidad: me estoy perdiendo a Fatboy. Al rato, la pandilla vuelve con cara de cansancio pero emocionadísimos. Empiezan a contarnos anécdotas todos a la vez, a reñirnos por caer tan pronto y a repetirnos que "Fatboy Slim es la hostia".
No tardan en montar en el coche y sin decir nada, ponemos rumbo a casa. Y ya no me acuerdo de más.
He pagado por el SOS unos 40€ y unas gafas de sol -que no aparecieron, claro-, pero he ganado historias, risas, diversión, música, he aprendido a leer un mapa, he oído a Rixi roncar, he visto la maletaza de ropa gay de Jose, he sido la gran DJ del coche, he visto a Pau dormir con la boca abierta y un largo etcétera que me guardo para mí.
Y esta es mi/nuestra historia que resume todas nuetras vivencias en Muercia. Pero os digo una cosa: es mejor vivirlo que leerlo. Nos vemos en el SOS 2011.
tenía que haber estado...
ResponderEliminaralex...el año que viene alquilamos un autobús y nos vamos todos!
ResponderEliminarQue te parece?
Fatboy Slim... como no hemos ido será como el polvo perfecto. Se suma a Late of the Pier, Mystery Jets y unos cuantos más...
ResponderEliminarJAjajajajaj! Sí sí, ya sé por donde vas. SEGURO que era ESE el polvo perfecto.
ResponderEliminarLo malo es que Late of the pier nos lo perdimos todos y Fatboy sólo nosotros 2.
Va Eva, habla por ti, que yo sí que vi a Nada Surf ^^!!
ResponderEliminarNo hace falta que me lo digas. Sé que viste a Nada Surf y a Fatboy Slim.
ResponderEliminarNo fue culpa nuestra, deja de recordárnoslo. :(